miércoles, 28 de septiembre de 2011

Rebel music


Los costos del agua hacen que los baños de ducha tengan que ser mas cortos, pero uno se acostumbra y después de un día de playa se agradece que, aunque efímera, el agua dulce le devuelva la sal al mar. En pleno champú estaba cuando un sonido corto se clavó en mi sistema nervioso.
Así como algunos olores me llevan sin recorrido a un contexto exacto de mi pasado, los sonidos pueden trasladarme a emociones puras, que se instalan antes de poder nombrarlas.
Me quedé inmóvil, a la espera. El chistar de la ducha parecía pedir silencio.
Y otra vez, un golpe metálico, desafinado y arrítmico. Pero certero. No hizo falta otro, cerré la ducha, me até la toalla a la cintura y chorreando agua salí del baño, subí la escalera y me asomé al balcón que da a un pulmón de manzana. El Montjuic de fondo, el teleférico subiendo en cámara lenta, la tarde quieta. Busqué como si con los ojos pudiera encontrar el origen del ruido, pero todas las ventanas parecían sonreír como una dentadura despareja. Casi cuando el recuerdo se apagaba, volví escuchar el tañir, bien cercano. Y allí la vi. Una señora de canoso pelo corto, con una bata violeta, golpeaba una sartén con una espumadera. Y entonces la música localizó la emoción. Buenos Aires 19 de diciembre del 2001. Tiempos de hartazgo y revoluciones que salían de las cocinas. Las cacerolas que marcaban el paso de una marcha que nos llevaba a todos a la plaza. Y el abismo, y el coraje. Y yo y cada uno partes de la historia para siempre.
La señora mira al horizonte como una Doña tota Guevarista. Pronto como un eco a destartalado escucho otra que acompaña y como un contagio otra mas. Sorpresa y coincidencia, un pulmón manzana en Catalunya me regala un playback de mi vida 10 años después. Luego el previsible dejavú, las marchas, las plazas, los jóvenes caminando por el medio de la calle.
Ahora cada tarde, a la salida de las escuelas los padres tocan un poco las cacerolas reclamando por la educación, y en las manifestaciones contra los recortes de salud, los médicos, cacharro en mano, me recuerdan aquella rebelión.
Tan parecido pero tan distinto, acá indignados, allá desesperados. No se como sigue, ni creo que importe. Gracias señora de la bata violeta por devolverme la banda de sonido de mi vida a través del ventiluz del baño.

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