jueves, 28 de abril de 2011

Pasta de campeón

El zurdazo a la pera fue seco y contundente, antes de que su cuerpo toque la lona todos los que estábamos ahí sabíamos que era el final. La inútil cuenta de diez, el campanazo y lo de siempre, las cámaras y las minas volando detrás del ganador, como polillas encandiladas por un proyector. Y claro, a nadie le interesa ya, prestarle atención al caído, al Icaro de puños de cera, que intenta despegarse como puede de la lona, única que lo contiene y lo abraza.
Ahora empieza la otra epopeya, levantarse, estoicamente bajar del ring, con la mirada todavía fuera de foco, remontar ese pasillo con la cabeza fija en el suelo y ni mirar al costado, donde están los amigos que viajaron desde el pueblo. Baja por una escalera y entra a ese vestuario que una hora antes era un festival de excitación, un tobogán a la gloria segura. Ahora no queda nadie, solo él, con las manos aun vendadas, sosteniendo la cabeza, como tratando de retener algo de este crisol de imágenes y sensaciones que lo desbordan.
Si solo fuera esa costilla rota que no lo deja ni sollozar, o el sabor metálico de la sangre que le inunda la boca. Pero no, esos achaques hasta parecen ahora amigos, los compañeros mas fieles que va a tener durante un largo tiempo.
Mucho mas duele ver el castillo de ilusiones que ese piñazo aplasto despiadadamente; el terreno que le había prometido a la madre, el asado con el que lo iban a recibir en el club, todo preparado con camaritas de colores y la banda municipal, el crédito que había sacado para agregarle una habitación a la casa, el lavarropas. Como encarar esos planes derramados, todas esas ilusiones que ahora serán las cerraduras de su claustro.
“Dale pibe, que no queda nadie, es tarde y tengo que cerrar”, le dice el portero mientras barre los puchos del pasillo .”Anda para las casas, descansá, morfá bien, ahora ya está”.
En este batido de sensaciones que le amalgama las ideas, lo mas claro que le sale es calcular de que si se toma el tren que sale a las 1,31 va a llegar a eso de las 5 de la tarde a la estación del pueblo, cuando todos estén viendo el partido. Los vecinos que sin su permiso se hicieron socios de su esfuerzo, y que ahora estarán frustrados sin su ración de gloria.
Claro para la 1,31 faltan 2 horas todavía, entonces se sube el cierre de la chaqueta, levanta las solapas, y con el bolso mas liviano que nunca, y el cuerpo todo roto, encara la caminata, eligiendo las calles mas oscuras rumbo a Constitución.

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